19.4.06

Hasta

Hasta el centro de Madrid, hasta el dentro de Madera. Cuestión de escaleras, de peldaños, de sencillez. Yo abajo, dije que bajito, y puedo hacer casi cualquier cosa menos mentir. Magritte pretendió simplificar lo complejo a través de completar lo simple. Yo sólo pretendí mi lavadora tras meses de centrifugado, suavizante, sosa rústica y melocotón el almíbar sin recéta médica. Tanto, puede parecerse, pero no es. Sólo hasta. Sólo hasta la chaqueta, sólo hasta donde miran los ojos que no observan. Hasta que encuentro mi confianza, hasta que dejo crecer mis uñas y reviento las cuerdas cual gato alopécico al correr las aguas, hasta las púas, hasta las espinas, hasta los huesos.
Hasta los cruces de las avenidas horizontales con los callejones verticales. Hasta la cruz. Roja, llagas, estigmas de segunda línea de playa. Viernes salto, hasta donde puedo llegar. O hasta donde me dejan, sin permitirme el lujo de cabrearme. Policía Municipal, sube la música y tuerce desde la primera hasta la última gota. Tuerce tu vida. Retuerce, exprime, dale, vamos, combate sin guantes, 18 saltos, por mí hasta que se hubiera hecho de día... un sol, dos soles, tres soles, cuatro, cinco... casi treinta. Intenté esbozar todos los que pude, hasta en la pared de mi cuadro. Casi tan radioencefaloventriculógrafo como Magritte. Aunque sólo hasta cierto punto, hasta el primer peldaño.
Determinada energía puede mantenerte a un centímetro del suelo, hasta elevarte sin caer, hasta saberte ingrávido.
Hasta algunos que no estaban, se sentaron allí, yo los ví. Estaban, aunque algunos permanecieron de pie porque no saben que yo también tengo cosas que decir, desde abajo, por debajo de las puertas si es preciso. Hasta lejos es cerca, lo es, hasta que me amputen las venas que van desde las manos hasta los ventrículos pares y las aurículas impares.
Hasta ahora, hasta siempre. Gracias. Y el sábado, como no puedo prometer de otra forma, más. No sé mentir, no puedo, no puedo faltar, allí estaré :-)

13.4.06

Cruz de calendario

Puedo vestirme para la ocasión. No puedo disfrazarme. Puedo embutirme en trapos tan sucios que dejarían reluciente cualquier superficie. Hasta el más sangriento de los filos. No puedo pulir sin herramientas. Puedo, por poder, hasta con cuero. Puedo romperme. No puedo hacerme añicos. Puedo gritarme cicatrices y gemirme dientes afilados en los puntos de apoyo estudiados. No puedo apoyarme en llagas. Puedo emularme distorsión tubular en cuerdas vocales y axilas sin depilar. No puedo rasurarme para encajar en trajes de neopreno, me gusta nadar en pelotas porque hace tiempo que no me avergüenzo de nada. Puedo pelarme al sol e incluso romper un intermitente en la más ridícula de las maniobras. No puedo cambiar las marchas antes de intuir el sonido de las 3750. Puedo ponerme colorado. No puedo cabrearme demasiado, no me sale. Puedo estar en muchos lugares en el mismo tiempo, en distinto espacio. No puedo amputarme nada. Puedo latir por pares de mil quinientas maneras. No, no puedo obviar las frecuencias, no puedo porque no quiero. Viceversa. Puedo forjarme callo y no puedo callarme nada entre el 0.10 y el 0.46. Puedo morir. No puedo permitir que sea de carcoma. Puedo querer seguir corriendo. No puedo pararme demasiado, no pienso. Puedo pintar de colores todo lo que se me antoje, incluso en movimiento. No puedo soportar el negro, duele, demasiados velatorios. Puedo contemplar ojos azules durante horas. No puedo arrancármelos. Puedo componer un trocito de mundo. No puedo imitar a Bach. Puedo seguir enrollando cables. No puedo desenchufarlos.

Puedo cantar de pie, saltando, gritando, puedo incluso acabar poseído por mí mismo, por la vida. No puedo ahora, pero llegará.

De momento, el viernes estaré ahí sentado, bajito, sin más escenario que el propio mundo, en un pequeño local café. Llámalo cutre, yo lo llamo ángulo. Se puede cantar alto sin necesidad de subirse encima de nadie, encima de nada. Y sé quién vendrá. También sé quién estará. Y quién y quiénes me mantendrán flotando sin escaleras, a mi queridísimo centímetro del suelo. No me lo pierdo.

No puedo perdérmelo. No puedo no ir. No puede un hombre faltar a su funeral, mucho menos va a faltar a su nacimiento en RE. No puede un hombre faltarse al respeto y no compartir lo mejor que puede ofrecer. No puedo. No puedo ir al mar aunque me coman las ganas, no el viernes. Puedo intentar dibujártelo, puedo creerme capaz. Puedo mirarte si me miras. Puedo sonreír. Tú también. Podemos poner una cruz en el calendario. ¿Viernes conmigo? Viernes... viernes salto, con vuestro permiso, siempre. Domingo de resurrección.
__________________________________________________________________

Gracias a todos los que habéis estado siempre a mi lado, especialmente en estos últimos meses, desde el último concierto, de una manera u otra. Sobra que cite porque me llevaría rato y seguro que me dejaría a alguien, que soy una pequeña catástrofe semiótica, sabéis quienes sois, sabéis leerme los ojos aunque muchos no leerán mi pequeño rincón por una cosa u otra. Ya no es el show del viernes, son todos... es lo mejor que pueda hacer en cada momento, que sepáis (y no lo dudéis nunca) que "¡Va por ustedes!". Siempre, gracias, especialmente por las pequeñas resurrecciones que todos afrontamos de vez en cuando, por aguantar mi sana locura, mi impuntualidad, mis "problemas de agenda", mis despistes, mis mil defectos etcétera largo, por compartirme, aceptarme, valorarme, entenderme. Por estar. Que me enrollo (para una vez que lo hago... :-P). Reparto de abrazos azules. ¡Hasta el viernes, camaradas!