28.3.06

Con trastes

Una línea es toda secuencia de puntos gamma unidos entre sí. Trasbordo, la intersección de ocres, blancos, verdes y rojos con mis ganas de perderme. Cambio de agujas, viajar a Greenwich, adelántame una hora, un sueño, un abrazo, un beso, una palabra. Adelántame en pequeño. Cruzar una puerta equivale a entrar, a interpretarme enmarañado en permeable son-rojado, a entenderme celeridad, vino, cuerda, papel, gota, risa, hilo, pie, silla, lápiz, tecla, laurel, colores, gato. Nadar implica saltar en párpado empapado. Tira el paraguas, diluyamos el miedo a estornudar.
La farmacéutica me ha dicho que no hay receta. Le contesté que, pasado un tiempo de cortesía, hay que empezar el concierto. Los picores de nariz son normales: polinización, fotosíntesis, función de clorofila, picar un billete sencillo.
Ella hizo de tripas corazón. Él hizo de trizas corazón; de tizas, un cajón; de migas, de latón. Ella hizo sonar las válvulas.
Él le dijo: "sube". Feliz primavera.

22.3.06

Fondo de almario


En los hombros. Fíjate. No, así no. ¡Fíjate! Fíjate bien. ¿Los ves o no?
Tres hombrecillos, trois couleurs: rojo, blanco, azul. No, no soy del Atleti ni he salido de la trilogía de Kieslowski. No caigas en la distorsión. El hombrecillo azul está tranquilo en medio, siempre en medio, paso previo a ecualizar y estallar cuando menos se lo esperen los otros dos. ¿Los otros dos? ¿Dónde?
En los hombros. Fíjate. No, así no. ¡Fíjate! Fíjate bien. ¿Los ves o no?
Afina la retina porque van muy deprisa, rotan, saltan, corren. Pero no entran. Aunque están, ciertamente, aunque no entran. No, en la sombra no. Tampoco en la espiral supracraneal, no hay que ser tan retorcido. Los tienes que ver. ¡Esfuérzate un poco! ¡Pestañea! ¡Pestañea rápido!
En los hombros. Fíjate. No, así no. ¡Fíjate! Fíjate bien. ¿Los ves o no?
Un fondo de almario puede simplificarse si me divides entre pantalones rotos, zapatos sucios y puñadito de sueños a estrenar. Y suma mi chaqueta desgastada, no la llevo por haber logrado birdie alguno con las cabezas nucleares que se esconden en los cubos de la basura. Este año me voy a descojonar de todas las alergias, palabra, promesa de: ser feliz, que la primavera está...
En los hombros. Fíjate. No, así no. ¡Fíjate! Fíjate bien. ¿La ves o no? Mírame, mírame colores. No dejes de estrenar y reestrenar tu fondo de almario. Mírame, anda, mírame, salta, mírame, estoy.

14.3.06

Ciclotomia

Yo ciclotomía, jugando en Mi. Al filo de la ciclotimia de no ser por las oraciones con el Capellán Markley. Y mi compañera en cuerpo presente, pecho reventado, tórax de madera, aurícula circunscrita, sollozando astillada un "salve, salve, salve las manos del señor" que exfolió mi fé prestada en aquél cenicero amarillo de la Loterie Nationale de 1974. Respirar hondo es como airear un cheque en blanco lleno de mordiscos y enfundar sus tres kilos ochocientos de sangrienta casquería con tonos agudamente azules. El resto, agua en espiral, poros imantados, tangentes telescópicas y telegramas varios. Márgenes, papel, renglones, grafito, braille. Reinventario. Ponerse de cuclillas a la hora de nudarse los zapatos en lugar de aquellos noventa grados, no vaya a ser que qué. No tartamudear, temblar, disfrutar. Descarto las bolsas de basura con cremallera ante la posibilidad de encontrar contenedores para escombros. Madrid y yo, obras.
Esquinas anticiclónicas para el amor libre. Un extremo, otro extremo, y otro, y otro más... todos. Tal vez nombrarlos cuidadosamente: A,B... como quieras. Anticiclotimia, ciclotomía. Bajan los abismos, suben las dorsales, suenan los teléfonos, saltan los valientes, corren los que vuelan. Cambio de plano. Ciento veinte, ciento cuarenta, ciento sesenta, ciento ochenta y no hay mecágono irregular posible. No conmigo, es hora de salir un poco de los polígonos.
Tan sólo dame quince minutos, que en veinte me tienes ahí.

10.3.06

Romance anónimo

(no recomendado a menores de 18 años)
Tu hombro sigue siendo el ángulo con el que observas el mundo. Me asombra el valor con el que lo sacas a paseo y más aún me asombra que nadie más inteligente se dé cuenta. Cosas cambian, cosas no, como sabrás, aunque no te puedes hacer idea -ni de lejos- de cuál será la próxima, no tienes ni puta idea de lo que se avecina. De momento, luces rojas, sangre, sudor, risas, lágrimas, carne, drogas, muslos, manos, miradas, pechos con alas, lujuria que roza la violencia más elegante, mi mástil completamente erecto, pedales para pisar y para elevar, válvulas contundentes y más que suficientes para hacerlo, por delante o por detrás, siempre de pie, ganas de estallar. No pretendas masturbarme, a mi no, please, don't disturb me. No eres digno de ser salpicado.
La soberbia sólo genera tristeza. La tristeza se enfunda estrategia. La estrategia se parte a doble fondo, pero yo ya no echo las cartas, ahora tiemblo cuando me piden consejo u opinión sobre algo que no forma parte de mí. No programo ni lo imprescindible, sólo me muevo, deprisa, peleo. El desconocimiento habita en la ignorancia. La ignorancia deletrea mentiras arriesgadas. No pronunciaré "ya te lo dije", eso generará más dolor y hace demasiado tiempo que quiero justo todo lo contrario. Para ella, toda la felicidad. Para tí, la indiferencia más absoluta. Siempre. Porque a veces ser mayor es cuestión de lo que pretendas medir. Tanto que te gustan los espejos, mira tus hábitos zalapastrosos y el estado de las carreteras.
Porque leer, escuchar, intuir y observar de la manera inapropiada puede convertirte en imitación barata de un mundo que puede no ser tuyo, aunque lo pretendas. Y salpiques. No puedes saber lo que se merecen los demás y establecerlo si no sabes ni siquiera lo que mereces tú. Así que no me digas lo que quiero, que lo sé muy bien, plantéate tú lo que quieres y déjame en paz. Por mí, seguir siendo feliz, transparente, auténtico. Vive y deja vivir. Vive y deja morir. Apátrido no puede ser aquél que tiene mil casas encendidas. Soy feliz, sea o no tu antagonía, voy a prescindir de los cristales trucados que te empeñas en malgastar. Sigue cavando, por más hondo que me entierres, vivo algunos pisos más arriba, he trepado solito, con algún empujón, sin pegar coces a nadie. Mi fosa, al vacío, la tuya, podrida. Lejos, por los siglos de los siglos. Amén.

8.3.06

Overdrive

No soy un fantasma. Los fantasmas sonríen con la boca pequeña. No soy un espíritu. Los espíritus no tienen ritmo. No soy inerte. Lo inerte permanece inanimado. No soy monocromo. Monocromo es todo aquello que no quieras pintar. No soy una aparición. Las apariciones se desvanecen. Yo no, aquí estoy.

Tal vez no sé lo que soy, sólo creo interpretarme parte de lo que no. Taládrame en la praxis, grítame o atrévete a morirme. Pero nunca, nunca jamás pretendas apodarme Descartes. No me tales. No soy un árbol. En los árboles de mi ciudad caen demasiadas mierdas, colillas, peluquines, condones usados, poemas sin terminar, tickets de supermercado y guarrerías varias. Tampoco soy esa clase de gato. No me caigas. No me tales, no me cuentos. No quiero teta, quiero hombro, ese punto de apoyo multicapa capaz de doblar esquinas y equilibrarme, lejos de tocarme sostenido. No soy miras telescópicas. Porque las miras telescópicas no son hombros. Soy hombre, soy vistas panorámicas dieciséis nueve.

Y ahora acelero hacia ninguna parte, sin límites inferiores ni superiores, sin límites de velocidad, desdoblándome en cada una de mis páginas... destrozando mis cuerdas una y otra vez... deslizándome feliz en la certidumbre de mis puntos suspensivos... overdrive.

2.3.06

Mi compañera

"A la izquierda del roble". Allí, sentada, con el mirar de un niña que trastea pero que, con grito limpio, reclama su merecido beso de buenas noches. Y a dormir en su cama-tumba, en las estrellas, también, conmigo. Ambos morimos y resucitamos en acto de servicio, estación de carretera, en ninguna parte y en todas a la vez. Apéndice de madera con latir propio, pulso doble, nombres y apellidos: Pinoccio di Minnocci.
Me la encontré un día en un local donde puedes encontrar habitualmente droga dura, un lugar bastante frecuentado por mí los viernes por la tarde. Estaba radiante, espléndida... aunque muy colgada. Me miró con ojos tristes y tuve que echarle una mano, bajándola de ahí. Tenía vértigos, diría incluso que se subía por las paredes. La situé en mis rodillas, la apacigüé y fue entonces cuando empezó a contarme cosas. Me sentí tan cómplice que no quería despegarme de ella, y aguanté hasta el cierre del establecimiento, subiéndome por las paredes yo también. Caminé de rodillas hasta casa, con los ojos en espirales. Esa misma noche, tuve sueños perversos que tangían entre lo dulce y lo intenso.
No fue ninguna tontería. Pasaban los días y yo seguía pasándome por aquel mostrador, preguntaba por ella, nos tomábamos algo y luego volvía para casa. Y sueños, y sueños, más y más perversos. Era algo fuerte, sin duda. Un día más, en mi visita ya habitual, ella me explica que tiene un compromiso. Pavor, confusión, ira, lágrimas, ¿por qué? Juro que pasé dos semanas con una tristeza monumental, como un niño sin amigos para jugar y, además, sin postre. Y la grité antes de cruzar la puerta, tenía un cabreo del carajo, cuánto me duele la escasa sinceridad en los primeros momentos. Me rompió el corazón.
Dos semanas después me enteré que había pedido mis manos a mi madre. ¡Menuda sorpresa! Parecía un hombre de nieve, con su abrigo blanco, su zanahoria y su gorro. Venía de pasar mucho frío, pobrecita... pero qué ilusión, de lo mejor que me ha pasado. Por supuesto le dije "sí". Esa noche la abracé como pocas noches se ha visto en ningún portal. Fue entonces cuando ya lo tomamos más en serio y llegaron algunas palabras de compromiso: "cuando tenga frío, me abrazas, y viceversa: ese es el trato". Y desde entonces, desde que hablamos el mismo idioma, crecemos, "codo a codo, porque somos mucho más que dos".
Al poco de empezar lo nuestro me dijo que le gustaría que le llamasen "Winchester", y no me quedó más remedio que actualizar el libro de familia. Mi propia sagrada familia... y es que aún me cuesta entender cómo algo que, naciendo velero chiquito de un solo mástil, pasando frío y penurias, llevándose porrazos monumentales, cómo algo puede aprender a navegarnos juntos de esa manera tan especial. Yo era un renacuajo, crecí y me convertí en ranita... y saltar, y saltar, y saltar... y no paro de saltar, hasta que la desespero y ella me besa, siempre, convirtiéndome así en su príncipe azul para, acto seguido, poder besarla yo también.
Mi niña, mi compañera. My love is not for sale. Juntos, sé que podemos llenar los espacios más vacíos, rebosar los espacios más llenos. La conquista del espacio. Mi reconquista en tí, tu reconquista en mí. Hablemos, bailemos, que bien ya sabes todo lo que siento por tí. Here we go!