27.1.06

Detector de metales


Viernes. Abro un ojo y retozo, como siempre. Me estiro, como un gato azul afilando su verticalidad. El primer recuerdo de la mañana empieza por el ayer, me dijeron una vez más que era un buen amigo, varias veces... es lindo saber que nadie te odia sino todo lo contrario, en el antes o en el después, tal vez siempre. Ducha. Café, cigarro, albornoz, cocina. El sol ya no depende del azar. Pablo silba, debe ser que hoy friega él la escalera. Abro la puerta y le doy los buenos días en mi habitual paseo en calzoncillos...
- ¡Qué pasa, niño! Oye, pero que está limpísimo, no te canses...
- ¡Buenos días, hombrecillo azul! Qué día más lindo... No, no te preocupes, es mi trabajo.
- Pero es que he pasado ya muchas veces el mocho, ya no queda nada de aquella sangre... además, van a pintar otra vez pronto...
- Nunca está de más un repasito, que nunca se sabe, hay pequeños bichos que no se ven, mi trabajo es intuírlos. Y, de paso, si me encuentro alguna moneda me vendrá bien.
- ¿Te apetece un café?
- No, gracias tío. Ya he desayunado. Voy a seguir... ten un día lindo, campeón.
Qué majete. Pablo invierte en bolsas con autocierre, de bichos y monedas. Bolsas pequeñas, de papel reciclado. Los domingos por la mañana aprovecha los beneficios para ofrecer un espectáculo en el mercado ambulante. Por la tarde, trabaja de animador de eventos fúnebres. Tal vez es imaginación mía, pero es que tiene un humor negro demasiado especial. Como dicen en mi barrio, "se sale". Es cuanto menos curioso imaginarse la vida de las personas. Mientras sea de buen rollo, todo bien.
Hora de vestirse, apelando a la discrección de saberse desnudo. Tengo todos los pantalones recientes en remojo, justo al lado del cacharro de las lentejas... espero no equivocarme a la hora de comer, que hoy no toca evocar a Chaplin. Además, las lentejas son para el lunes... madre mía, qué chapuzón, mi metodología para suavizar y doblar hierro. Es maravilloso saberse cabra y así excluírse del psiquiátrico.
A doscientas cincuenta sensaciones por minuto, no me queda otra que rescatar pantalones del armario, qué le vamos a hacer. Una pierna (primero la derecha)... luego la otra... arriba! Botones... "al quinto, por favor, que los otros tres pisos los subo andando". Sigo mi paseo por la casa cual león del zoo y me doy cuenta que los malditos vaqueros se empeñan también en despelotarme... no me libran ni ellos de sonrojarme, qué bonito. Meto la mano, meto el brazo, meto los dos. ¿Cuántas tallas? Pues no lo sé... inversamente proporcional al crecimiento de mi capacidad torácica, supongo... las navidades psicotrópicas y mi dieta personalizada funcionan, qué bien. Entretanto, bolsillos rotos y un par de monedas que caen al suelo...
Llaman a la puerta. Oigo silbidos, así que debe ser Pablo otra vez, y su habilidad especial. Ahora sí acepta mi café, terminó de limpiar y escuchó las monedas desde abajo. Se las doy y me mira sorprendido.
- Hace tiempo que no creo metálicamente en el azar, tío... no voy a jugar a cara o cruz, sólo voy a jugar a lo que sé jugar, ya me entiendes, sabes que me encanta sentirme pequeño...
El café acaba en descojono tras dos minutos y cuarenta y nueve segundos. Hacemos chistes de colores sobre los enterradores, embalsamadores y sobre tarjetas de condolencia. Qué bonito es el humor de colores fundido con el negro, toda una improvisación. Terminamos y ya se marcha. Le abrazo. Ambos sabemos que, aunque nos tomen por muertos... o incluso por muertos... o tal vez por muertos... estamos vivos, demasiado vivos. Achís.

25.1.06

Programación

Define lenguaje como código que puedas entender y hacer entender al mundo. Define librería como paquete experimentado de funciones reutilizables. Define constantes, variables, interrupciones. Luego el "BEGIN" y... a escribir, a demostrar lo que vales, lo que eres. Recuerdes o no antiguos programas, siempre alguien te pedirá explicaciones por alguna o varias líneas. Siempre alguien reutilizará tu trabajo si merece la pena. Y nadie te dará las gracias. O sí, depende, hay de todo, como en todas partes. Quizás tu código ayude a alguien a encontrar un paso previo hacia un camino de menor complejidad: solución bonita, natural. O tal vez te intenten meter un "fake": solución de complejidad incalculable... y si les va bien, no puedes hacer otra cosa que no sea felicitarles, aun sabiendo que el programa va a reventar en algún sitio, que lo veías venir... ya no es cosa tuya, ahí acudes a la expresión de la aventura: "at your own risk". Acto seguido, te lavas las manos.
Por mucho que trate de aprender de algoritmos o estrategias, no puedo entenderlas, aunque las memorice en un acto casi reflejo. No sé. Todavía hay demasiada gente empeñada en programar el corazón, los sentimientos y todo el contexto. No sé. Prefiero la improvisación. Nariz. Es que hay cosas que no se pueden programar. Nariz.
He tomado una decisión: no me voy a presentar a ningún examen de esta convocatoria donde se ponga a prueba mi capacidad de programación. Prefiero subir nota en asignaturas de humanidades e inventar el lenguaje J+++. ¿Que para cuándo? ¿Para septiembre, no? Ya veremos, sobre la marcha.
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22.1.06

Check-In

Deambular entre nodos no terminales y semicorcheas cardinales. Detenerse de nuevo, esta vez en frente de la puerta 43-A. Recoger un trozo de cuaderno verde del suelo. Sonreír, cómo no, siempre es especial. Al instante, volver a descubrir transformista mi ceja derecha, cual magnífico pincel que en 36º me pinta aún más verde en detectores de metales. Levantar la vista y atravesar el aislante fotoeléctrico para acabar contemplando el tráfico tierra-aire de mis sueños: despegues, aterrizajes... y circulación descontrolada en un todo de maletas sin facturar.
Despierto. Ayer toqué a escasos 150 pasos de ti... soñé que me escuchabas. Recorto mi barba, una mañana más. Nunca me afeito del todo, sabes que odio que me exijan el pasaporte a punta de pistola. En el cuerpo diplomático no nos permiten ese tipo de licencias, lo suyo es jugar a lo permitido en igualdad de condiciones: era parte del capítulo de introducción. Sin embargo, levanto el tapón y saludo a quien se empeña en malear de nuevo con unos cuantos pelillos que se resisten a huír del borde de mi lavabo. Son ligeros, saben de mí... normal, son míos. Te dije que no voy a jugar al escondite con tus curvas, pese a que sea tal vez el lugar más cálido del mundo, el único del que conozco bien el mapa... tampoco voy a jugar al tula con tus gomas de borrar. Recuerda que la ropa, por mucho que se frote, sigue conservando ciertos olores. Y no hay detergente, ni lavado a mano, ni agua lo suficientemente fría y atrevida para acabar con el aroma.
Sorbo mi café y estoy camino del aeropuerto. Sabemos que allí nos encontraremos. Dejemos que la puerta de embarque número "x" se defina a nuestra llegada. No hay vuelos programados, no hay prisas, no hay tráfico pesado, sólo andenes ligeros y túneles con vistas. Llevo el minidisc azul para grabarme mientras me escucho. Cada día soy más valiente para cantar en nuevos idiomas, nuevos registros, nueva amplitud... añoro compartirlo con vos, no imaginas cuánto, aunque tú no lo sepas, aunque sepas disimularlo, aunque te lea mezcla de viejos colores con otros a descubrir.
Ahora suenan dos pistas de esas que saben confundir, pero que tal vez entrelazan palabras. Qué linda es la complementariedad de la música, en agua fría o en agua caliente, se parece a incorporar suavizante y potenciador de lavado. Jaime, sin tierra y entre gotas de lluvia dice que "...aquí estoy, no te voy a salir a buscar...". Después, sobre el barro mojado, el pájaro que originó cierto desastre susurra la 11... hoy hablan de mí... tal vez de nosotros... tal vez siempre lo hicieron... tal vez sigan sonando.
La música siempre guarda un billete con ese soporte magnético. En ella encontrarás la velocidad de crucero. Tengo el asiento 5-pasillo. Te reservo el 6-ventanilla porque sé que si queremos, si sabemos encontrar sin buscar, definiremos esta imprecisión como cimiento a la precisión atemporal de sabernos juntos en tu cuerda de tender.

19.1.06

Zapatos de cristal


Esta noche me voy a bailar. Estoy aprendiendo. Nunca supe hacerlo más allá de los vasos de agua... y me ahogaba. Cosas de los músicos. Ahora me atrevo con piscinas, ahora que es invierno y camino desnudo. A las doce menos cuarto echo a llorar desde hace demasiado tiempo, pese a que reciclo el agua para la depuradora de una piscina que siempre pretendió vistas al río. Los cristales ya no saben cómo penetrar en los viejos zapatos para así seguir destrozando mis pies sensibles, ya no, no a esa hora, no de esa manera. Me cansé de pintarme la cara de blanco y de jugar al snooker con mi nariz de boxeador.
Bajo las escaleras de dos en dos. Mis pies, matriculados en una clase especial de quince minutos de duración, sin examen. Va de fundir restos de las paradas de autobús con mis ampollas y mis ganas de saltar. Me da igual quién cante o quién dé palizas a una lata oxidada de El Litoral, con tal de perder mi facultad de niño-termo por un rato y mantenerme a un centímetro del suelo.
Son las doce. La hora de jugar al ceniciento azul, entrada libre para los intrépidos.

17.1.06

Fast Car


"ERASE" una vez un poco más que las otras...
...cohete a reacción por fisión hidráulica en los pómulos. Debajo de tu asiento vacío, los papeles de un tratamiento que habríamos sabido definir nosotros mismos sin la necesidad de prescripciones médicas. Un volante para deslizarse por momentos hacia el todo o nada. Un equipo quirúrgico que se empeña en diseccionarnos mientras pinta una radiografía borrosa, con carbón del día seis y pliego de papel cebolla. Aprendí a escuchar consejos, pero nunca me fié de ellos hasta el punto de poner mi vida en juego. Sabías que ya había perdido semillas por la ventana de emergencia demasiadas veces, cosas de las trece y veinticuatro. Los niños honoris-causa podremos tener un título y no pasar de meros aficionados, los bisturís son demasiado peligrosos cuando llevamos a cabo intervenciones orales con bocas demasiado grandes o excesivamente pequeñas. Recuerdo un dentista-futbolista que llegó a ser mi favorito, hacía volteretas divertidas. Cuando crecí, me di cuenta de que si el rival se daba la vuelta, se llevaba la mano a las pelotas. Cosas de la inercia en el ser humano...
Ahora eliges descuentos en restaurantes en lugar de noches de hotel, teléfonos silenciados y conferencias entre sordomudos, donde alguien se empeña en balbucear. Quiero creer que ni yo ni nadie acabarémos vendiéndote un apartamento en aquella nueva construcción con campos de golf en plena zona de secano, donde las familias acaban viviendo más que como buenamente pueden, como malamente les dejan. Porque nadie lo merece... me pregunto si habrás conjugado el verbo en todas sus formas posibles, si sabrás que el día que nos encontremos tendremos por delante dos millones de respuestas sin necesidad de preguntas ni palabras prohibidas. Y luego, el abrazo, el que nos falta, pero más allá de la necesidad de los niños sin hogar.
Deja de imaginarme fiebre, me escapé de todos los hospitales el mismo día en que salí del coma y ahí no quiero volver, no como niño-hámster. Ellos, guardan todo lo que pillan en los carrillos y pueden asfixiarse. De momento, me automedico y no me va mal, bajo supervisión facultativa de cinco líneas de mi electrocardiograma. Cuídate, sólo quiero que nos pronunciemos vida y sepamos sumar uno mas uno en el sistema de los números intrépidos.
Te... llevo, te dije que sigo teniendo marcado cierto perímetro en la almohada que me regaló la tripulación de mi cometa azul... sabes que seguiré despierto para soñar encontrarte, olvidémonos de la palabra "prisa" y mantengamos una velocidad lo suficientemente equilibrada como para llegar a tiempo y que no nos calcen por detrás. Lo único que hay que doblar es una esquina. Llegará, y sé que sabremos llegar si comprendemos los semáforos, aunque cueste, desnudos y con casco.
"ERASE" otra vez... el niño azul se juntó con el niño-ensaimada a beber vino... demasiado azúcar para luego descubrir aquello... de todo se guarda algo en los bolsillos.

15.1.06

Envase al vacío

Día de la improvisación número dos sobre patines de madera en re sus cuatro. Suena el teléfono, el hombre-albornoz reclama sus notas pese a haber conseguido una matrícula de honor. Sonrío, como siempre, lo imagino jugando con los vasos de tubo mientras mantiene el equilibrio sobre una pelota de colores. Reinvento una necesaria escapada sin cierres para que la niña de las acuarelas siga reubicando sus pinceles, lo necesita, se lo merece, pero a veces se le olvida, como a todos. Termino el té y no acepto un pantumaca por despedida, sé que le espera una larga noche en búsqueda de ángulos y maneras de proyectar sus ganas de saltar sobre un muro, un muro a base de ladrillos descosidos y cemento del cuarenta. Y a mi... seguir saltando. Nos entendemos cerca, sonreímos en "present continuous".

Dispuesto a saltar la verja, acabo por encontrar el botón del preparados-listos-ya. Me subo al coche, dos palmaditas al acelerador, Kashmir añadiendo carbón a la caldera... 5'26 y ya al otro lado de la Castellana, ciento veinte y cuatro semáforos en ámbar. Esta noche te sabes despierto, pese a las amenazas kamikazes, tienes índices de adrenalina suficientes como para apretarte los dientes y tal vez despertar a media UVI del coma. Menciono "suerte" sólo cuando encuentro un lugar donde me dejan estacionar, con todas las consecuencias.

La niña de los bronquios paralelos me recibe con todos los honores, con todos los abrazos pendientes en el dosificador, copa y pitillo. Esperaban doce manos, tres abrazos más y algunos besos. También dos besos tímidos -aunque cariñosos, siempre- sustituyendo un abrazo, algo difícil de entender para los árboles en invierno aunque, en cierto modo, suelo tener buena intuición. El hombre-repeater, durmiendo en 80º, con fiebre casi aviar, cual multiefectos barato sin pedal de control. Decidimos entre -casi- todos echar unos cuantos rapiditos y saltar a la pista, un poco más lejos.

No es la primera vez que sufro las penurias de un DJ vacilón con título CCC, de estos que se empeñan en confundir una canción con aceite sintético 15W40. Sí, todas las sobras de las fiestas pasadas, qué cabrón. Quiero comprenderle y no complicarme, así que hago resumen en un tubo, un tercio y medio paquete de Chéster, algunas tristezas con salpullido y mi cicatriz, algunas sonrisas y muchas gamberradas. Brindis. Otro brindis. Y otro... Y alguien que no sabe disimular demasiado su plan B porque no puede ni creérselo, es altamente incompatible con las miradas de refilón... (¡simplifica, coño!)... menos mal que la adrenalina ayuda a conservar el autoestima y tal vez la dignidad, y que aprendí algo de sueco en el IKEA para los días de radio. Que estupidez eso de "estrategia", siempre lo fue. Le susurro a "Andrés" cuatro cosas y me abraza... Andrés mola mucho, es un buen tipo, siento que igual he jodido un plan B, pero no era mi intención nada más que seguir siendo yo y huír de los escaparates... todo se pega. Vuelta al brindis, grito de guerra de "estoy mas pedo que Alfredo". Plegamos en búsqueda de oxígeno y del segundo plato, calle arriba, en S...

...escaleras en U, tortillas de jamón, pollo con puerro, bien especiado. Intentos de hacer sonreír a través de las manos, pero es dificil obviar una buena giñada en el bidé... alguien que hace el payaso sin aportar mucho en condiciones normales de 1 atmósfera y 273ºK siempre puede estropear demasiado con algo que salga de dentro. El hombre-albornoz se marcha a su cometa para intentar mantenerse sonrisa. La mujer de las naranjas, lo mismo, no sin antes ofrecer algunos bombones, pringarse las manos y dejar algún que otro párpado al descubierto... prefiero que no se despida, aunque la leo triste... cómo me gustaría que redibujase que la tristeza y lo gris son cosas prescindibles.

Sábanas de algodón para sofás polvorientos. Alguien sabe cuidar mis bronquios de cien maneras distintas. Enciendo una vela y hago cuatro canciones más, para el otro pulmón que tenemos a medias, ese que aprendí a abrazar con tan sólo cerrar los ojos. Viaje en cometa desde el centro de Madrid... no duermo solo, hace algún tiempo que duermo lejos de la realidad.

Diez de la mañana. Abro un ojo y descubro el interesante moflete izquierdo de alguien con pijama gris, marchándose. Pero no voy a salir detrás. Decidí no ir detrás de nadie, espero no equivocarme, ahora tan sólo necesito ese centímetro del suelo a cambio de abolir los efectos secundarios. Doblo la ropa a lo "hierro 3" y recojo algunos restos del desastre mientras quiero creer que alguien me despertó como creo merecerme. Alguien que dice "hola" y "buenos dias" tres veces, dudando si lo ha hecho, se niega a desayunar. Tal vez demasiada resaca, tal vez todavía tristeza. No se niega, lo omite. Malo... No hay que tener nunca miedo a lo que probablemente jamás pasará, pero sí que tal vez nos merezcamos ser valientes para descubrir cosas mejores que aquello en lo que tal vez estás pensando... Se va a la ducha a ver si consigue despegarse el petróleo, y yo me dedico a componer-recomponer desayunos. Ella no quiere ver redes como envases al vacío. El vacío quita oxígeno, los envases también... deduce "despedida". Ella dice "nos vemos pronto", yo digo "a ver si es verdad", en ese vacío de la atemporalidad. Sigue teniendo algo que sacar fuera y dar brillo, estoy convencido. Tal vez le dé su regalo de cumpleaños... aunque le cueste entenderlo.

Me bebo tres cuartos de cafetera en el durante. Caliento un poco de leche y preparo el reservado para la niña de los bronquios paralelos. La despierto a base de abrazos y mimos, con el olor del café recién hecho... me encanta saber despertarla y que sepa que estoy y que también me quedo cerca de ella. Lo nuestro fue una despedida física desde el primer día, hace veinticinco años... exactamente nos llevamos unas horas y cada vez menos kilómetros. Quiere una horita más, así que me marcho de puntillas, feliz por sentirme presente.

Desaparco, pongo el sol, y defino Elliot Smith como copiloto... paso por la puerta de la niña-tostada, rato después por la del niño-calambur, sigo sonriendo... es bonito hacerlo cuando conoces las calles.

Vuelta a los papelotes, no sin antes sonreír a mi tejido de Purkinje a través de la pantalla.

13.1.06

Té y posos

Un día más, más caramelos para el bolsillo, exquisitos... más los míos. Demasiado complicado encontrar el lugar adecuado para abrirlos y averiguar cuáles y cómo te los quieres comer. Lindo es saber lo que hay dentro. Evitar su toxicidad para no cortar las cuerdas de tender del vecino (y tal vez las de tu propia ventana) sigue siendo una medida habitual, uno de los pocos cristales que guardo en ese bolsillo de mi abrigo, recientemente declarado -por cierto- fenómeno pirotécnico.
Sigo descubriendo y redescubriendo sonrisas con nuevas formas que me mantienen azul constante a un centímetro del suelo. Entender y disfrutar tanto con la niña-tostada y el niño-válvula merece declararse sinónimo de vida. Me nombran ante cien personas y me sigo y seguiré escondiendo, sólo soy yo, claro que soy complejo, pero me gusta demasiado sentirme sencillo y entendible. A ratos, pienso de nuevo en el estúpido hombre del tiempo... demasiado. Me declaro valiente una vez más y me meto solito en la boca del lobo, terminando en la planta de arriba para contemplar plantas sintéticas en pantallas de plasma. Por desgracia también asocio molestias en los tobillos... algo parecido a los orificios que provoca algún ridículo que se cree capaz de portar una "black&decker" y todavía espera que le siente bien la toga y le digan "qué bonita te queda", para seguir alimentando el ego... ay, el ego, qué malo es y qué bien parece sentar... irremediablemente, en estos casos, intento aludir a la subjetividad excretora de un poco más abajo. Los tragaluces no se logran con bricolaje, se te puede escapar la mano... se encuentran en momentos, en abrazos y palabras azules, en instantes convertidos en ríos y en tantas otras pequeñas cosas... la realidad porosa, demasiado cerca... la luz, a saber, depende, en tantas ciudades...
El caso es que busco huellas horas después de saberte cambio de guardia... demasiado deprisa, con la música muy alta por si acaso escucho algo que me haga retorcerme de nuevo como una vieja esponja... hay momentos en los que no me importa jugarme multas o algo peor... para encontrar, hay que borrar la palabra "miedo", aunque nadie fue lo suficientemente valiente para escribirla lejos de "riesgo", no en edición definitiva.
Hora de dormir. Primer cálculo de probabilidades para comprender cuánto miden tres kilómetros. Fiebre, sí, pero sábanas de latitud noventa. Se parece a dormir en un portal lleno de tristezas y que a las ocho de la mañana el portero te calce una patada en los cojones. Por si acaso, escucho la lluvia, escucho susurros en los charcos, siento los cercos del tejido del agua. Los cojines se parecen cada vez más a preparar unos gazpachos manchegos, con la certeza de que no acabarán con mi apetito a la hora de desayunar. Al menos, ayudan a no olvidar perímetros...
¿Sabes? Todavía no llevé a reparar el reloj. Supe que no quería hacerlo desde el mismo día en que los saharauis describían "té" como forma de vida sin conservante E-330. Lo supe desde que aprendí a exprimir los posos tres veces. Lo sé desde que la probabilidad del té del desierto se calcula sumando las probabilidades de unos tres intentos y debe ser igual a dos. Acepto envolverlo en papeles de colores, es necesario tal vez... me costó verlo, aprender a envolver con colores sin provocar daltonismo es jodido... Ahora me preocupa la tercera muestra de cara a los cálculos renales. Tal vez porque verme bailar en una cuarta me provoca imaginarme abajo del podium dando brillo a los zapatos de los primeros... no sería la primera muestra que acabara en úlcera doble por intoxicación...
Paso previo en tierra firme, huída de aterrizajes forzosos, de palabras prohibidas, despacio... sé contar hasta tres... tal vez, si logramos atrevernos, sumaremos... y a ver qué sale...

8.1.06

Punto G

Une todos los puntos con un lápiz de labios resecos. A, B, C, ... hasta los alfabetos árabe y japonés en cualquiera de sus variaciones y sinfonías... hasta los números de circo... sin olvidar los de teléfonos arrugados en el bolsillo del pantalón. Muta redes de cobre en gritos de boxeador. Inventa un bocadillo que reúna sabores suficientes como para anestesiar completamente una manada de mamuts. Dibuja un itinerario que pueda caminarse en tres por cuatro. Vísteme con zapatillas de felpa y enumérame sobre baldosas impares del 43.
No lo busques en mi punta del iceberg. No lo busques en el culo ni en el ojo del mundo. No en mis labios ni en los tuyos. No lo busques sin gritar alto y sigiloso. No lo busques si eres cobarde. No lo busques si tienes tanto miedo que tan siquiera te atreves a cruzar la autopista en patinete. Ponte gafas azules para ver los eclipses del cometa azul. Gradúa, ecualiza. Si miras despacio y valiente, el punto G es como las sonrisas, la gente linda y sus cosas lindas... el punto G no se busca, se encuentra... a veces duele, a veces es demasiado fácil, y otras veces puede ser una exquisita ostia a compartir. Por suerte, siempre hago inventario antes de salir de casa y nunca olvido el bote de caramelo.

2.1.06

Turn On The Bright Lights


Teñirse de colores y esperar a que llegue la luz. Seguirla... mirar. Volver a pintarse, volver a empapelar otro trocito de mundo con otro nuevo círculo cromático, volver a detenerse. Dejar que la luz te vuelva a acariciar, correr. Recoger y hospedar en tu bolsillo lo que sopla el viento en tu oído. Estirar el brazo, apretar la luz. Apagón... te tropiezas con el piano de Tom Waits y los cordones de tus zapatos se desatan en un plato de espaguetis. Cristales por todas partes, en el rostro, entre los dedos de los pies, desde arriba, desde abajo. Te acostumbras a caminar a oscuras, avanzas un poco más y te descubres faro. Cicatrices ahora y llagas un poco más al oeste. Capós de coche llenos de clavos y cenizas, buscas a la Pantera Rosa y al inspector Crusoe porque te faltan personajes para no completar un cuento de lo más grotesco, te desorientas... empiezas a plantearte la próxima utilidad de la caja de música que aterrizó en tu abrigo. Cantas, el eco te impregna de pequeños susurros a voces. Miras arriba y abajo, recuperas el hilo azul, sigues escalando. Vértigo. Subes a la montaña y siempre hay alguien especial allí cargado de frutales que te invita a una barra libre de zumo, para trepar todavía más arriba de la montaña. Siempre se puede subir más, cuestión de no tomar el ascensor con la pesada de aquella inmobiliaria, que sólo necesita barras de pan a cambio de manzanas podridas. Hay que subir andando, descalzo, desnudo, valiente. El cometa está cerca y a la vez lejos de cualquier balcón en día de desconvicción-convención mundial, huirá si no quieres acercarte. La velocidad de la luz canta a dúo con la del sonido en un "unplugged" de cuerdas indestructibles, formas y texturas... el arranque, una vez más, en tu bolsillo. Todos podemos volar en cometa.
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